sábado

¿Cómo no dormir en un mes?

Un cementerio.

Un cementerio.

Un maldito cementerio.

En ningún otro lugar podría estar mas cómodo que en un cementerio. No por que no quiera vivir o por que me parezca reconfortante el lugar donde viven su eternidad las personas que nos hacen falta, sino por que en ese lugar esta la persona que me hace falta, persona a quien le quede debiendo tantas cosas, con quien hice tantas promesas y quien me enseño tanto.

No solo son las promesas, son también recuerdos que torturan la piel y que la vuelven cenizas peores que las dejadas por una guerra o por el rompimiento del cascaron llamado infancia, llamado adolescencia, llamado juventud. Recuerdos de cosas que alguna ves hiciste y que te hacen sonreír mientras derramas una lágrima solitaria.

Entonces comienzan los sueños donde revives esos recuerdos, tan vivos que se mezclan con las playas presentes, playas sin mar llenas de libros y soledad. Esa es una luz que nunca se ira, que puede seguir doliendo pero que no esta dispuesta a hacer sufrir, no mientras esta playa solitaria y sin mar siga siendo una playa.

Solo es un mes de estos sueños y todo comienza con el recuerdo de un nacimiento que como todo lo demás culmina en una muerte.

Prefiero no dormir. Descansar en el umbral donde la conciencia es amiga de la inconsciencia. Ya no quiero pelar con esos sentimientos, es absurdo creer que algo cambiara... al menos de inmediato. Tampoco quiero disfrutar este dolor que se vuelve desagradable. Tampoco se lo deseo a otra persona. Tampoco... tampoco quiero dejar de sentirlo. Solo quiero no estar ahí, en donde debería estar, en el cementerio, en la cama, en mis sueños

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