martes

El Manicomio 4

El Logro de Ikaro. Año 4

"Supongo que buscaba a algo o a alguien" La voz tensa del locutor de radio que hacía eco en la habitación hacía crujir a los pusilánimes aullidos de dolor de una victima "Pero al final la encontré. Era... mmm... ¿Cómo decirlo...? lo que buscaba en una mujer, sabe" unos grande dientes blancos, un poco afilados por costumbre y evolución, reflejaron la luz plateada de una Luna violada de rojo.

Dos espinas de diferentes pencas de cactáceas bastaban para silenciar las doloridas cuerdas vocales de un hombre de mediana edad bastante grande y al parecer de un extraordinario vigor que escapaba a través de una tajante herida de cuchillo tallado en obsidiana.

"Sabe hombre, a veces sueño. Ja. Sueño mucho. Que ella vuelve a mi y que volvemos a estar juntos, haciendo lo que mas nos gusta" La mirada obvia a las heridas abiertas del pobre hombre obviaban la profesión de la pareja. "Pero je no era muy hábil, creía, no, no creía, pensaba, no tampoco... mmm... se negaba a creer que hacía algo hmmm ilegal, pero así son las mujeres ¿no?" Pareció que el casi cadáver sonreía.
"A veces era aburrida, pero entonces tomaba un poco de marihuana y montaba el caballo mientras ella conseguía empleo. Un poco alocada, una ves le hicimos un trabajo a una vieja amiga. Cosas de esas, no, no me agradan, prefiero verdaderos retos. Creo que tú eres un reto ¿parecías fuerte sabes? Dicen que los locos están siempre cabreados, debe ser verdad..." Ahora eran espinas de magüey las que entraban cono en mantequilla por la nuca del acostado.

"Le haré un trabajo. Le dejo hablar y usted me dirá a quien quiere que le haga lo mismo que a usted ¿le agrada? claro que debe agradare. Si quiere... o le parece amargo el sabor del desierto. Creía que eras el clásico hombre macho mexicano que ama el alcohol y el tequila. Esas cosas te harán daño, pero no importa de cualquier forma no tienes por que preocuparte. Llora si quieres. Te he contado la historia de como te asesine, fue una tarde y estabas cerca del bosque, feliz por que no había escuela ni hijos, pero si los había, yo solo te ayude a qui...". El monstruo derramó una nostálgica lágrima. Las puntas mojadas en alcohol hacían efecto. El dolor estaba presente, no así la muerte que era burlada por un poco de desinfectante.

"¿Amargo? no lo es el cielo...¿Es acaso que no se puede solo querer llorar?... responda ¿no puede el diablo llorar porque quiere llorar?"

Lo siguiente fue un el asomo de un instante. No mas. Solo un momento de insignificante valor. El monstruo de largo pelo y olor al ancestral y domesticado bosque en que vivía tomo una pequeña pala de madera de Ahuehuete.

Algo curioso pasa con las espinas de magüey. Dicen quienes las cultivan que se debe tener cuidado con ellas, una ves dentro del cuerpo son como espíritus que buscan el corazón. Hay casos en que una de estas mortales armas de la naturaleza empezaba su camino en un muslo o una rodilla y terminaba perforando pulmones y corazón. E Ikaro lo sabía muy bien. Durante algunos años había perfeccionado su técnica. No era mortal. Pero con la cantidad suficiente de espinas podía ver la muerte lenta y dolorosa de sus victimas, entretenerse por las semanas que tardaban en morir. Algunas veces fallecían antes de hambre que de hemorragia. Y él lo sabía. Él lo disfrutaba. Él era, en ese momento, el asesino mas temido por el colectivo regional.

"Supongo que aún nos queda mucha charla por delante. Cuéntame ¿Alguna ves has visto fantasmas?... yo sí, eran muy parecidos a ella, demasiado diría yo. Me dice cuando hacerlo, donde..." La primer espina llego rápidamente del estomago al hígado. Gritos. "Genial... pero... solo somos flores. Una vez te asesine y Solo quedo un rastro Oscuro y seco. Sin más inspiración. Todo acabo…"

1 comentario:

  1. Uno de mis Favoritos no se porque no habia comentado, ando trabajando en una parte , kreo ke de poema se konvirtio en historia jejejeje al rato te lo paso... :D

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