domingo

El niño

Había una vez una reina de un mundo tan lejano como un alma perdida en la noche.
Ella se jactaba de ser una gran reina, comprensiva y amable con sus súbditos, tratándolos siempre con respeto.

Una vez la reina se encontraba muy triste y mando llamo a muchos de sus súbditos para contar sus penas. Y de la misma forma en que lo había hecho ella, los súbditos la escucharon con paciencia.

La reina siguió lamentándose por la falta de paz, la muerte de su padre, la ausencia del rey, la falta de buena comida en el reino y por ya no tener con que entretenerse en esos días tan aburridos.

Poco tiempo después llegó un niño que había quedado huérfano en la última guerra y cuyos padres habían servido a la realeza toda su vida. El niño estaba triste y quería que la reina tan amiga de sus fallecidos padres le escuchara solo una vez. Pero cuando está lo vio, asumió que era otro súbdito y le contó todos los problemas del que la afligían. El niño sin más remedio oculto sus sentimientos y escucho atentamente a su majestad.

Así los días se convirtieron en semanas y luego meses. El niño regresaba siempre con la esperanza de encontrar consuelo en las palabras de la reina, pero nunca pudo contarle acerca de sus padres a la augusta mujer.

Hasta que en el aniversario de la muerte de sus padres, el niño llego a la habitación de la reina llorando. Como siempre la reina se encontraba arreglando su cabello, sus uñas y su piel, y no miro las lágrimas de su leal sirviente. Y como siempre comenzó a lamentar que en la cocina ya no había pastel ni chocolate.

El niño que no podía soportar la idea de deprimir más a su majestad con sus problemas, a los cuales ya consideraba insignificantes, se mordió el labio y no dijo nada conteniendo su propio dolor. El silencio hizo que la reina dejara sus protocolarios asuntos para voltear disgustada en dirección a su leal súbdito. Al verlo mordiéndose el labio, creyó que se reía de ella y lo abofeteo por la ofensa.

No pudiendo más, el niño lloro por ver a la reina histérica y salió del palacio huyendo muy lejos a donde nunca nadie más pudiera escuchar su llanto.

Aún ofendida por el insulto del niño, la reina mando a llamar a sus guerreros para que lo buscaran y ejecutaran. Estos al escuchar las órdenes de la reina le contaron la historia del pobre huérfano para alegar a su indulgencia.

Desde ese día la consternada reina mando a que todos sus súbditos usaran una máscara sonriente frente a ella de esa forma podría contar sus penas sin tener que oír las de los demás.

2 comentarios:

  1. Se parece mucho a un cuento de Oscar Wilde(la princesa y el enano), si no es que es igual...Más originalidad majo!!!
    Ademas me parece que hay un error, una especie de contradicción de principios, pero quizá sólo sea mi impresión( la reina al principio parece que es un reina justa, y después se vuelve despótica sin razón aparente o coherente)El que sea ficción no significa que no deba de ser verosímil ;)

    ResponderEliminar
  2. Bueno, dicen que entre mas te acercas al infinito izquiero, mas te pareces al infinito derecho.
    Y Oscar Wilde es de mis escritores favoritos, pero este cuento esta basado en una persona de verdad.

    ResponderEliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...